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lunes, 26 de marzo de 2012

Alerta roja para proteger el patrimonio egipcio del contrabando

Estatua de Kaemheset con su esposa e hijo. Dinastía 6 (2323 - 2200 a.C), | Museo del Cairo/A.Amin.Cuentan que Isis emprendió una azarosa búsqueda de su esposo y hermano Osiris cuando el dios de la resurrección murió, sumergido y ahogado en un sarcófago regalado por su enemigo y también hermano, el tenebroso Set. El heroico viaje de una viuda inconsolable en busca de los restos de la divinidad resuena en la aventura de la recién publicada Lista Roja de objetos del patrimonio egipcio en peligro de sucumbir a manos de ladrones astutos, marchantes desalmados y autoridades negligentes.
En sus 11 páginas, el catálogo publicado por el Consejo Internacional de Museos (ICOM, por sus siglas en inglés) exhibe las piezas que con mayor frecuencia están en el punto de mira de los modernos seguidores de Set, como solía denominarles el mediático arqueólogo Zahi Hawas durante sus años al frente del Consejo Supremo de Antigüedades egipcio. Su sucesor, Mustafa Amin, explica a ELMUNDO.es que el documento no contiene las piezas expoliadas sino "ejemplos de objetos similares que pueden circular por los aeropuertos del planeta".
Como la tarea de Isis -que debió reconstruir el cuerpo de su esposo despedazado y esparcido por todo el país-, el patrimonio de la tierra de los faraones afronta su propia hazaña: Reunir los fragmentos expoliados al calor de la revolución de principios de 2011 y reactivar la campaña internacional inaugurada hace una 
década que permitió recuperar más de 5.000 objetos robados.

El legado de siete milenios, en peligro

El inventario –similar al empleado en Irak, Afganistán, Perú o Haití- transita la fértil historia egipcia. Las épocas predinástica, faraónica y nubia (5.200-332 a.C.), grecorromana (332 a.c. – 395 d.C.), copta (Siglo IV-VII d.C) e islámica (640 – 1805 d.C.) se suceden con una concisa presentación de sus tesoros.
En sus páginas –destinadas a profesionales del arte y la policía-, hay espacio para pequeñas estatuas de divinidades en bronce, cuarzo, granito o cerámica; momias humanas y animales envueltas en vendas, en papel maché decorado y ataúdes de madera o estelas pintadas con la vida diaria y el boato de ceremonias reales.
En el apartado dedicado al período de conquistadores griegos y romanos, los expertos destacan las vasijas de cerámica, loza o calcita, las monedas de bronce, plata y oro acuñadas con la efigie de emperadores o dioses y las mascaras funerarias. Un legado que hereda la era cristiana copta y talla en relieves con motivos florales, cruces o figuras humanas y perfecciona en cuadros que relatan escenas bíblicas o estampas de santos. La lista también menciona manuscritos en árabe o copto, una lengua casi extinguida que fue clave para descifrar los jeroglíficos y reducida hoy a la liturgia cristiana.
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Con su cerámica de motivos geométricos, sus joyas a base de piedras preciosas y su caligrafía tallada en espadas y jarrones, la época islámica cierra el itinerario a través de un patrimonio amenazado por el mercado negro, las excavaciones clandestinas, el robo de almacenes y museos públicos y la existencia de antigüedades que aún no han sido inventariadas. "Esta lista roja de urgencia ayudará a todos aquellos que, dentro y fuera de Egipto, están involucrados en la protección del patrimonio cultural egipcio, aumentando la prevención y reduciendo el tráfico ilícito y la exportación de bienes culturales", sostiene Julien Anfruns, director general del ICOM.

Lucha para recuperar el patrimonio

En el relato mitológico, Isis logra reanimar a su esposo para concebir a Horus, su heredero. En el mundo de los mortales, las autoridades egipcias –que administran una complicada transición- tratan de hallar las varias miles de piezas que desaparecieron durante las hogueras revolucionarias. "Se han encontrado hasta 700 objetos en un almacén propiedad de un comerciante turco en una ciudad cercana a El Cairo", ilustra Amin, tranquilo con la tecnología que protege los espacios museísticos del país. "El expolio se produjo en ataques puntuales", precisa.
Uno de los éxitos recientes del Gobierno egipcio ha sido conseguir la devolución de ocho piezas faraónicas que la policía de Barcelona requisó en septiembre de 2010 en varios anticuarios de la ciudad. El material, de piedra caliza, procede de la tumba de Eimb Hur, uno de los funcionarios más notables de la VI dinastía, en Saqara, la gran necrópolis de la antigua capital de Egipto, Menfis. Según Amin, el regreso de las antigüedades –sustraídas ilegalmente en 1999- será realidad muy pronto. "Acudiré personalmente y haremos una ceremonia de entrega en Barcelona".

viernes, 9 de marzo de 2012

Sen Negt N Ra


Cartucho del faraón Sen Negt. Un equipo de arqueólogos ha descubierto en la ciudad monumental de Luxor, en el sur de Egipto, el nombre de un faraón, hasta ahora desconocido, perteneciente a la dinastía XVII (1680-1580 a.C), informó ayer el Consejo Supremo de Antigüedades Egipcias.
En un comunicado, el Consejo Supremo de Antigüedades Egipcias reveló que el nombre del rey es Sen Negt N Ra y fue hallado en un cartucho real —un medallón de forma ovalada con el jeroglífico del faraón— en una puerta de piedra caliza durante excavaciones en el templo de Karnak, en Luxor, 700 kilómetros al sur de El Cairo.
Según las inscripciones en la puerta, este faraón dedicó en Karnak varias construcciones al dios Amon-Ra, la principal divinidad de Tebas, que se alzaba en lo que hoy es Luxor.
La nota agrega que con este descubrimiento se añade un nuevo faraón a la dinastía XVII, cuyos reyes liberaron Egipto de la ocupación de los hicsos, un pueblo guerrero semítico procedente de Asia que dominó el país del Nilo durante 150 años, a partir del año 1730 antes de Cristo.


Un español al rescate del pasado faraónico en Luxor




Alí Farouk, el capataz, junto a Galán. Al fondo, la excavación. | R.M.T. VEA MÁS FOTOS
Alí Farouk, el capataz, junto a Galán. Al fondo, la excavación.
  • La misión del CSIC es una de las más numerosas en toda la zona
  • El egiptólogo encontró lo que buscaba: una tumba escrita
  • Miles de piezas son restauradas en el propio yacimiento
La satisfacción se pinta en el rostro de José Manuel Galán cuando muestra, en una vitrina del Museo de Luxor, la 'Tabla del Aprendiz', esa tabilla de madera cuadriculada en la que se ve la figura de un faraón, de frente, y la copia que intentaba hacer un alumno milenario. Galán es el director, el 'mudir' (en árabe), del Proyecto Djehuty del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Hace ya 11 años que este egiptólogo madrileño, que estudió Historia Antigua en la Universidad Complutense, está al frente de la investigación y la restauración de varias tumbas en la colina de Dra Abu el-Naga, el lugar frente al Nilo elegido como necrópolis durante milenios. Al otro lado del río de la vida, el templo de Karnak. Detrás el polvoriento desierto.
Fue allí donde Galán dio con el tesoro que buscaba desde que se empeñó, al terminar su carrera, en dedicarse al arduo camino de la investigación. "Al leer los textos antiguos egipcios en la universidad comprendí todo lo que tienen en común con nuestra cultura, con los ritos religiosos que hoy siguen vivos, con nuestra forma de pensar. Por ello, escribí a varias universidades interesadas en egiptología y acabé en la Universidad John Hopkins, en Estados Unidos", recuerda el egiptólogo.
José Manuel Galán en Luxor. Al fondo, el Valle de los Reyes. | Rosa M. TristánJosé Manuel Galán en Luxor. Al fondo, el Valle de los Reyes.
Ya de vuelta a España, tras doctorarse en Baltimore y pasar un año en Alemania, logró plaza en el CSIC y se puso a buscar un proyecto en Luxor, la ciudad heredera de Tebas, la capital faraónica. El Servicio de Antigüedades egipcio le ofreció investigar dos tumbas de la Dinastía XVIII ya conocidas, pero que nadie había explorado a fondo: la de Djehuty, el supervisor del Tesoro de la reina Hatshepsut, hace 3.400 años, y la de Hery, que vivió 50 años antes y también era supervisor tebano, pero de las cabezas de ganado.

Yacimiento en expansión

Poco tiene que ver el aspecto actual del yacimiento con el que tenía esta zona hace ahora una década. En campañas de no más de seis semanas al año, Galán y su equipo han ido revelando los secretos que escondían estas tumbas y otras nuevas, con las que no contaban. Además, el poblado que tenían prácticamente encima fue desalojado hace un par de años, dejando vía libre a los investigadores españoles.
Más de un centenar de trabajadores egipcios colaboran cada año en el Proyecto Djehuty, reclutados y dirigidos por el incombustible rais (el capataz) Alí Farouk, que marca el ritmo bastón en mano. Muchos repiten una y otra vez, porque sacan así un dinero que no viene nada mal, más ahora que escasean los turistas por miedo a las revueltas políticas.
Galán, desde un principio, inició un modelo de trabajo que era poco habitual en las excavaciones arqueológicas en Luxor. No buscaba tesoros de oro, su objetivo no era sacar material valioso y marcharse, como tantos otros hicieron a lo largo de los siglos. Quería quedarse, reabrir las tumbas, investigarlas a fondo mientras durara el dinero.
Para contar con el capital necesario, el egiptólogo, precavido, entendió que había que recurrir a empresas privadas que tuvieran algún interés en Egipto, y no quedarse al albur de unos presupuestos públicos demasiado inestables para un proyecto a largo plazo. Primero fue Movistar, luego Caja Madrid, y ahora Unión Fenosa Gas, que se ha comprometido a financiar el proyecto durante dos años, por lo menos.
Detalle del ataúd del guerrero Iqer, hallado intacto. |R.M.T.Detalle del ataúd del guerrero Iqer,
hallado intacto

Los grandes hallazgos

Enseguida, y para sorpresa de los alemanes que hasta entonces habían tenido la concesión para excavar en Dra Abu el-Naga, comenzaron las sorpresas. A lo largo de los años, a fuerza de picar y sacar escombros, en el exterior encontraron lo que fue el patio anterior a la tumba de Djehuty, sacaron el sarcófago intacto de una mujer (la 'Dama Blanca', como la han llamado); el ataúd del guerrero Iqer, donde fue enterrado este sus bastones y sus plumas; la famosa Tablilla del Aprendiz, de la que se quedó prendado el anterior Ministro de Cultura egipcio; unos pendientes de oro que pertenecieron al ajuar del personaje que fue Djehuty; y hasta los ramos de flores que dejaron al muerto, una tradición que pervive hasta nuestros días.
Dentro de las tumbas, sin embargo, estaba lo mejor. "Hacia 1470 antes de Cristo, Egipto se abrió hacia otras culturas y llegaban oro, mirra, riquezas de muchos lugares que Djehuty supervisaba, y con algo se quedaría. Por ello su tumba, en el pasillo de entrada y la capilla del fondo, tiene unos relieves de una gran calidad e inscripciones de demuestran su dominio de las letras, como si fueran juegos de palabras", explica Galán mientras ilumina con su linterna algunos de los pasajes más hermosos.
Desde hace varias campañas, un grupo de restauradores trabaja a marchas forzadas para pegar los fragmentos que andaban perdidos por la zona y dar nuevo lustre a las impactantes imágenes.
Hay que bajar 13 metros, por un estrecho pozo funerario situado al fondo, para llegar a la cámara sepulcral que Djehuty diseñó para su viaje eterno. "Nunca llegó a usarla, por razones que desconocemos. Al final, dejaron su cuerpo en la antecámara y por ello no fue saqueada", explica el egiptólogo en la penumbra, rodeado de jeroglíficos del Libro de los Muertos.
"Yo soy epigrafista. No quería encontrar oro ni joyas, sino inscripciones. Y aquí tengo mi tesoro: un libro de historia en las paredes y en el techo de la cámara, como si Djehuty hubiera querido envolverse en el texto sagrado". Su dedo recorre los capítulos: ahí la golondrina que le ayudaría a subir y bajar del pozo cada día; más allá, la flor de loto que le permitiría morir y renacer cada día; y la barca en la que viajaría para unirse al Sol tras atravesar la tierra.
Una de las momias halladas en la tumba de Hery. | R.M.T.
Una de las momias halladas en la tumba de Hery
Pero Djehuty, como tantos otros, no sobrevivió intacto a los avatares de la historia. Su rostro y el de sus padres fueron destruidos en las estatuas y los grabados. Su ataúd desapareció con su momia dentro.

Momias en círculo

Una vez en restauración la tumba de Djehuty, el esfuerzo del equipo de excavación se centró en la de su vecino Hery, menos suntuosa, pero también decorada en relieve sobre la piedra. Es la arqueóloga Gemma Menéndez quien se encarga de su estudio. "Hemos encontrado fragmentos en museos de otros continentes, que ya no se pueden recuperar", explica Galán.
También salieron, en la corta campaña de 2011, unas momias situadas en círculo que aún no han sido excavadas totalmente, y que podrían ayudar a conocer qué patologías tenían los antiguos egipcios. Es parte del trabajo que tendrá que esperar a 2013.
Nada puede sacarse del yacimiento. Un inspector del Servicio de Antigüedades vigila cada campaña. No repiten para que no surjan relaciones personales con los investigadores. El de este año es un hombre tranquilo, que sólo interviene cuando llegan visitas. Y es que en Luxor los hallazgos en cualquiera de las 30 misiones arqueológicas extranjeras corren como la pólvora.
Cuando fue desalojado el poblado, y la zona de excavación creció, nuevos pozos funerarios comenzaron a aflorar. Ahora, también se ha intensificado el trabajo en una tercera tumba, la de Baky, otro supervisor real del que esperan grandes sorpresas.
"Al final, nos gustaría sacar todas las tumbas que hay en lo que sería una calle de la necrópolis, y restaurarlas para que fueran visitables por los turistas", explica Galán.

El equipo español

En la campaña de 2012, han sido 15 los españoles que han participado bajo las órdenes del mudir Galán. Como no pueden sacar las piezas de Egipto, allí, sobre el terreno, tienen que restaurarlas y documentarlas. "Cada uno tenemos una función asignada. Unos excavan, otros seleccionan el material y, finalmente, se restaura", explica Pía Rodríguez Frade, mientras recoge con cuidado restos de linos en los que envolvía una momia.
Protegiéndose del sol en dos jaimas, están las restauradoras. Hermosas jarras de cerámica las rodean. Galán va de un lado a otro, decidiendo los pasos a dar para aprovechar lo mejor posible el escaso tiempo disponible. La jornada en la necrópolis son ocho horas (hasta las tres de la tarde), pero se queda corta.
La tarde queda para recapitular, actualizar la web, escribir en el frondoso patio del realmente modesto Hotel Marsam, donde se reúnen egiptólogos de todo el mundo.
Este año, realmente fructífero, ha compensado el anterior, cuando las revueltas de la Primavera Árabe les obligó a suspender, por seguridad, las excavaciones. Sin embargo, este año, los ecos de la manifestaciones en El Cairo se han perdido en el desierto y el trabajo ha terminado sin incidentes.
Ya de vuelta a su despacho, Galán, como el resto del equipo, tiene 11 largos meses por delante para seguir recomponiendo el 'puzzle' de un pasado cuyos dioses recuperan su brillo a golpes de piqueta.